La autofagia se ha convertido en el foco de atención de muchos científicos. Sus grandes beneficios en la mantención de la salud y en la recuperación de enfermedades inmunitarias, crónicas y metabólicas ha despertado la aguda curiosidad del mundo médico.
Muchos estudios apuntan que la autofagia es un proceso orgánico que se puede utilizar como tratamiento en distintas condiciones. Por ello se ha investigado la forma de cuantificar la autofagia mediante el ayuno. Así de esta manera evaluar en cuáles rasgos es más terapéutico y seguro para los pacientes. ¡Veamos qué dicen los expertos!
¿Qué es la autofagia?
Sé que en otras oportunidades hemos hablado sobre ello, pero es importante recordar qué es la autofagia y cuál es su importancia terapéutica.
La autofagia es un mecanismo compensador que permite a las células del cuerpo adaptarse a situaciones de estrés. Con situaciones de estrés podemos hacer referencia a enfermedades infecciosas, ayunos prolongados, neoplasias y traumatismos.
Para cumplir con las funciones de la autofagia el cuerpo activa un proceso de degradación. Es decir, reducción del material celular dañado que puede servir de combustible para aquellas células que se encuentran más óptimas. De este modo se movilizan las energías, se regeneran los tejidos y se mantiene en general la homeostasis corporal.
Ahora, ¿cuál es la importancia terapéutica de la autofagia más allá de solo contener el cuerpo en situaciones de estrés? Pues los estudios científicos han demostrado que todas las intervenciones terapéuticas que incluyen dietas, protocolos farmacológicos o incluso genéticos tenían una sola diana: estimular la autofagia.
Por lo que se concluyó que este mecanismo de degradación lisosomal promueve la longevidad, la salud y el bienestar físico tanto en la enfermedad como en su ausencia. La importancia está entonces en que representa un nuevo orden cómo tratamiento de distintas enfermedades.

¿Cómo se activa la autofagia?
Sabemos que la autofagia se puede inducir de forma natural, mediante el ayuno intermitente, o con intervención física como en los estados de hipoxia. Sin embargo, el interés médico es reconocer si se puede llegar a cuantificar a través de un “autofagómetro” el nivel terapéutico del proceso. Es decir, encontrar el rango de autofagia ideal. Para ello han implementado ensayos en sangre humana con algunos voluntarios e igualmente realizarlo en sangre de ratones.
Lo ideal sería realizar una medición mínimamente invasiva, para poder usarlo como protocolo diagnóstico. Así que se recurrió a la cuantificación de glóbulos blancos en presencia de planes de ayuno intermitente. Para poder utilizar los efectos fisiológicos de la autofagia activada por ayuno.
De manera eficaz la inanición actúa a nivel citoplasmática reduciendo la acetilación de proteínas, y este proceso es el que modifica estructuralmente la composición celular.
¿Podemos llegar a saber el nivel de autofagia de una persona?
Los estudios afirman que sí, que las células son sensibles. Por medio de sus alteraciones moleculares a demostrar en qué momento están actuando bajos los efectos terapéuticos de la autofagia. Incluso, no solo se ha confirmado en voluntarios humanos. Sino que in vitro las células humanas cultivadas de pacientes en ayuno mostraron la capacidad de realizar un “autofagómetro”.
Esto es particularmente útil no solo para tratamientos en humanos sino para experimentos genéticos y para la industria farmacológica. Significa un gran avance, sobre todo en el área oncológica.
Conclusión
¡La autofagia es impresionante! ¿Pero por qué? Porque es una capacidad que tiene nuestro propio cuerpo, que podemos activar por medio de pequeños procesos y que nos beneficia de forma integral. Y el ayuno es la clave de acceso más simple para todos estos beneficios.